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La formalidad ya no es sinónimo de caduco, anacrónico o cursi. El ser una persona formal significa merecer confianza, ser puntual, cumplir con los compromisos, acudir a las citas, responder debidamente las llamadas telefónicas y dar los buenos días al vecino, por ejemplo. Es decir dar lo mejor de nosotros en todo tipo de relaciones.

A partir de los sesenta, con los hippies y el aula sin muros, la informalidad se convirtió en la norma. Ser informal, ir informal daban un gran respiro. Ahí comenzó el eclipse de la corbata, las familias que comían cada uno a su hora y decorar los apartamentos con dibujos del niño de la casa. Informales todos, hasta que la informalidad se convirtió en un nuevo código, como ocurre siempre. Pero todo ello caducó y en la actualidad lo «in» es ser formal.

¿Ser una persona formal en nuestros días?

La formalidad protege hechos íntimos, el espacio corporal, las relaciones personales y cierta forma de respeto a uno mismo. El ir bien vestido, (ya sea en jeans y camiseta) pero impecablemente limpio o atender a ciertas pautas del código de vestimenta, por ejemplo, es un gesto de formalidad.

Las formas son de gran importancia, sin condición alguna. El ser una persona formal implica muchísimas cosas que se agradecen cuando hay un trato directo. Ya sea en las relaciones laborales o en las personales.

Distinguimos entre los taxistas a los que responden a los buenos días, el mesero que sirve con una sonrisa o la cajera que respeta las pausas. Son detalles que denotan la formalidad en cada puesto de trabajo.

Muchos empresarios de hoy en día, rondan los 30 o 40 años. Son personas que nacieron con la informalidad a cuestas. Pero no por vestir un saco con un pantalón de mezclilla o un vestido sin tacones, dejan de ser formales. Con ellos hay que estar puntuales, hay que cumplir con lo convenido porque son personas muy muy formales. Da gusto trabajar con ellos. Ya que respetan acuerdos, son ordenados, cumplen en tiempo y forma con sus obligaciones y se ganan el respeto.

Estamos en el proceso de reapreciación de lo formal. Y no de aquella que es sinónimo de traje con corbata, sino de la formalidad en los tratos, del buen nombre, que se ido abriendo camino en el mundo de los negocios. Hemos entrado a querer reivindicar el status de los mexicanos. El sentirnos orgullosos de lo que somos y de lo que ofrecemos. Este es el nuevo concepto de una persona formal.

Cada vez importa más volver a ser formales. Y los gestos cotidianos lo denotan. Ser una persona formal, nunca pasa de moda. Así que cedamos el asiento a las ancianas, seamos puntuales, dignos de la máxima confianza. Comprenderemos al final que ser formales es una forma privilegiada de ser.


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